lunes, noviembre 17, 2008

Las contradicciones del régimen mafioso



La implosión de las pirámides desnuda…



LAS CONTRADICCIONES DEL REGIMEN MAFIOSO



Popayán, 18 de noviembre de 2008



Lo que ha pasado con las llamadas “pirámides” en
Colombia ha puesto en evidencia las graves contradicciones que están
explotando al interior de un régimen mafioso que está
al servicio del gran capital. Podríamos decir que un hijo “no
reconocido” del régimen narco-paramilitar se le creció
al establecimiento. Cuando ese “bastardo” quiso reclamar
sus derechos y participar en los ambientes familiares oficiales, su
padre declaró la “emergencia social” para poder
echarlo por la puerta de atrás.



Es absolutamente paradójico lo que le ha ocurrido a Uribe.
Amplios sectores de la población más pobre y más
atrasada de este país, ilusionados con los brillos del
enriquecimiento “rápido, fácil y efectivo”
que ofrece la economía ilegal, uribistas en su gran mayoría,
han empezado a desnudar – masivamente - la verdadera catadura
de “su” presidente.



Sabían de su origen narcotraficante, y así lo
aceptaban. Lo seguían por haber organizado y liderado el
paramilitarismo en contra de la “amenaza terrorista”. Les
gustaba su pose de defensor de los “pobres de mi patria”.
Lo que no sabían lo han descubierto con dolor y rabia: que en
verdad, es un oligarca terrateniente al servicio del gran capital
imperialista, y que poco le importan sus ilusiones frustradas por la
estafa millonaria de las empresas “parafinancieras”.1



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Cambios imperceptibles se acumulan hasta generar verdaderos
terremotos. La ciencia nos sirve para identificar, medir, interpretar
y comprender esos movimientos. Cuando de un momento a otro esos
cambios aparecen ante nuestro horizonte perceptivo, los juzgamos como
“verdaderos fenómenos”. Allí es cuando
recurrimos a frases como “la vida en Colombia es macondiana”
o “nuestra realidad supera la ficción”.



Lo cierto, es que, o hemos estado ciegos ante la realidad, o las
herramientas de conocimiento que utilizamos no son las apropiadas.
Esta reflexión la hacemos frente a la explosión social
relacionada con las ya famosas “pirámides”. Ellas
no aparecieron de un momento a otro. Son el resultado de situaciones
cambiantes que alimentaron su aparición y surgimiento.



Trataremos entonces de reaccionar, y con los elementos que tenemos,
explicarnos cómo es que aparece ese mercado negro o paralelo
de tipo especulativo (sistema “para-financiero”).
Confluyen, según nuestro criterio, entre otras, las siguientes
situaciones, que le dan vida a las “parafinancieras”
(llamadas “pirámides”) y contribuyen con su rápido
desarrollo que las llevó a adquirir unas dimensiones casi
increíbles: a) Mayor democratización de los recursos
monetarios que genera la economía del narcotráfico; b)
Crisis profunda de la economía campesina; c) Complicidad y
connivencia del gobierno, y d) Incapacidad del sistema financiero
oficial de absorber esos recursos.



Es evidente que en los últimos años las estructuras
económicas y operativas de los grandes carteles que
sobrevivieron entrelazados con los grupos de paramilitares (cartel
del norte del Valle, Antioquia y la Costa Atlántica) han
sufrido un fuerte resquebrajamiento. Las divisiones y enfrentamientos
por el control del territorio y del mercado le han facilitado al
gobierno dar de baja o apresar algunos de sus principales capos. Las
entregas concertadas de algunos jefes de la mafia haciéndose
pasar como comandantes de “autodefensas” también
afectaron el control sobre esas estructuras, principalmente, en las
regiones más alejadas de los centros de control mafioso.



Paralelamente, la ofensiva contra la guerrilla de las FARC, las
fumigaciones y campañas de erradicación de cultivos en
algunas zonas del sur y oriente colombiano, obligaron a los
narcotraficantes a incentivar la producción y el procesamiento
de hoja de coca en regiones de economía campesina como Nariño,
algunas zonas del Putumayo y Caquetá, sur del Huila y Cauca.



Para poder ser operativos en ese nuevo panorama aparecieron pequeños
carteles de narcotraficantes con un funcionamiento más
flexible. Estos “cartelitos” no pueden sostener los
grandes aparatos armados. Los mandos medios de los carteles crean
nuevas estructuras regionales apoyándose en pobladores
locales, irrigando con mayores recursos monetarios las economías
de esta región para poder garantizar la provisión de
insumos, el transporte y movimiento de la mercancía (base de
cocaína y cocaína procesada), el pago de sobornos a las
autoridades locales y mandos militares, y demás incentivos
necesarios para que esa economía ilegal funcione.



Es claro que sobreviven en la región grupos emergentes de
paramilitares (ONG-Nueva Generación, Águilas Negras,
los Rastrojos, etc.) pero es indiscutible que su comportamiento ha
ido cambiando. Paulatinamente su papel contrainsurgente se ha ido
transformando frente al debilitamiento de los frentes de las FARC.
Ello explica ciertas alianzas territoriales con sectores de la
guerrilla que se lucran de la economía del narcotráfico
y que coyunturalmente no están interesados en el
enfrentamiento. Además, la actitud del ejército –
sobre todo en el corredor del pacífico caucano y nariñense
- ha sido complaciente ante el avance de los cultivos de coca y del
narcotráfico, muy posiblemente como parte de una estrategia
territorial de los grandes inversionistas interesados en descomponer
a las comunidades afros e indígenas de la región y
copar – más adelante – esa región con
cultivos de palma aceitera y otros planes de expansión minera.



Esa táctica de los narcotraficantes ha terminado por
“democratizar” algunos de los recursos que genera la
economía del narcotráfico, de tal forma que a sectores
de la población que antes recibían mínimos
ingresos por labores de cosecha de la hoja de coca (“raspachines”)
y/o procesamiento básico, les empezaron a entrar dineros por
participación en otras labores: comercio y transporte de
insumos, intermediación de procesos, y en general, mayor
participación en el negocio del procesamiento. Dicha situación
se hace visible en los mercados, fiestas y actividades sociales de la
población de la región, a pesar del impacto de la
crisis de la economía campesina, principalmente de la
cafetera, ocasionada por los altos costos de los insumos, baja
producción por efecto del prolongado invierno, escasez de mano
de obra y volatilidad de los precios internacionales.



En regiones como el Putumayo, en donde amplios sectores de la
población fueron cooptados para implementar la estrategia de
expulsión territorial de las FARC, el gobierno y las fuerzas
militares ha mantenido un comportamiento connivente con diversos
fenómenos de economía ilegal. En los centros económicos
más importantes de esa región (Mocoa, Puerto Leguízamo,
Puerto Asís, Villa Garzón, etc.) es precisamente donde
nacen las primeras empresas “parafinancieras”, en cuya
fundación participan desde paramilitares y narcotraficantes
hasta autoridades y políticos locales, policías y
miembros del ejército, medianos comerciantes, y diversas
clases de gentes que habían logrado amasar importantes
fortunas surgidas en la economía ilegal, de la producción
y comercialización de cocaína. Esa es la causa de que
el gobierno no haya actuado, eran hijos de su propio proyecto.



Más adelante, como ya todos lo conocemos, dichas “empresas”
logran captar recursos y voluntades de amplios sectores de la
población hasta el punto que se constituyen en verdaderos
emporios financieros y comerciales. Toman como centro de operación
regiones como el Putumayo y Nariño, se amplían hacia
otros departamentos, e incluso, como el caso de la “comercializadora”
DMG, se traslada a la capital de la república (Bogotá),
montando un negocio que incluye venta de tarjetas prepago, comercio
de bienes y servicios, operación de canales de televisión
y venta de publicidad, compitiendo con los bancos legales con base en
una estrategia bien montada a partir del asesoramiento de primer
nivel por parte de reconocidos juristas y asesores comerciales.
Explotan la cultura mafiosa que ha hecho carrera en importantes
sectores de la sociedad y las apremiantes necesidades económicas
de la gran mayoría del pueblo colombiano.



El surgimiento de ese mercado financiero especulativo paralelo al
sistema financiero oficial o legal, tiene su explicación
económica. Los negocios lícitos relacionados con una
economía campesina en crisis de la región del
suroccidente colombiano no son rentables. Los bancos e instituciones
financieras oficiales tampoco podían drenar esos recursos de
origen ilegal. Desde la década de los años 90 del siglo
pasado, ante el poderío y avance de las mafias
narcotraficantes, los gobiernos se vieron obligados a establecer una
serie de requisitos y controles para impedir que los capitales de la
mafia penetraran masivamente la banca legal. Pero además, por
efecto de la liberalización del mercado de capitales, ese
sector económico quedó en manos de unos pocos grupos
monopólicos nacionales que en alianza con empresas
transnacionales se vienen lucrando groseramente de uno de los
regímenes de intermediación financiera más
oneroso y gravoso del mundo.



Por ello muchos analistas interpretan que la aparición de las
pirámides fue una reacción lógica, y un rechazo
explícito y directo, a ese sistema financiero ineficiente,
caro y ladrón. Y por esa misma razón, la percepción
que tienen los “inversionistas” de las pirámides,
es que el gobierno de Uribe finalmente intervino contra las
“parafinancieras” en defensa de sus verdaderos patrones:
los dueños del sistema financiero. Se sienten traicionados.



El costo político que ha empezado a pagar Uribe y su combo
criminal es muy caro. Él lo sabe. Por ello, al anunciar los
decretos de emergencia social puso a los ministros y funcionarios de
segundo nivel a dar la cara. El “padre salvador” quiere
mantener su imagen de benefactor. Esta vez le va a quedar muy difícil
sostener esa “caña”. Su propio invento empieza a
pasarle cuenta de cobro. Es su suerte, dado que él también
ha jugado a la pirámide.






1
Ver: “Parafinancieras…, asesinando los sueños de
mi pueblo”, J. Manuel Arango C., Indymedia (16-11-08).




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