Tres
ilusiones antropológicas fatales del Socialismo del Siglo XX
Una de las más
importantes causas de la caída del Socialismo del Siglo XX fue
su equivocada concepción de la condición humana,
particularmente: 1. la romántica noción del “hombre
nuevo”; 2. la falsa antinomia entre servicios públicos y
consumo privado (“consumismo”); 3. la ahistorica idea de
sustituir las libertades individuales por derechos de seguridad
social. Las tres deficiencias emanan de una misma fuente: falta de
cientificidad y dialéctica materialista.
1. La romántica
noción del “hombre nuevo”
La idea de que el
comportamiento del ser humano puede ser modelado unilateralmente
conforme a una idea ética ---el imperativo categórico
de Kant o el “hombre nuevo” del socialismo histórico---
coincide con el romanticismo alemán (Schiller, Goethe), el
catolicismo (Saulus/Paulus), el idealismo filosófico, el
voluntarismo revolucionario y el pensamiento mágico. Su
validez práctica, sin embargo, se limita a minorías
sociales (vanguardias) y/o tiempos históricamente breves
(fundacionales).
Se trata de una noción
de tiempos, personajes e instituciones excepcionales, razón
por la cual no puede hegemonizar la “normalidad” de un
proyecto histórico. Cuando el Partido se vuelve Estado y la
revolución se convierte en cotidianidad institucionalizada y
burocrática, la noción se erosiona y se corrompe. Si
parecía plausible en el siglo XX, plantearla hoy como patrón
de conducta generalizada es ilusorio y precientífico.
Ilusorio, porque en ninguno de los países del Socialismo del
Siglo XX se practica mayoritariamente; precientífico-anacrónico,
porque hasta un alumno de secundaria sabe que una computadora
funciona con dos componentes elementales, hardware/energía y
software; es decir, con materia física y cultura (“espíritu”).
Querer que el ser humano opere solo sobre el software (“el
hombre nuevo”) es equivalente a desear que una computadora no
sea más que software.
Es difícil
imaginarse una noción menos dialéctica para la
educación socialista que esta quimera idealista, que presupone
que 3.6 mil millones de años de evolución del sustrato
físico-químico-biológico del mono sapiens,
más la feroz lógica de la economía
no-crematística de mercado que imperaba en el Socialismo del
Siglo XX, podrían ser neutralizados por el heroico ejemplo de
una vanguardia y un delgado barniz de civilización.
2. La crítica
puritana al “consumismo”
Es evidente para
cualquier persona razonable que el actual patrón de consumo de
las clases medias del primer mundo y de buena parte del tercer mundo,
no es sustentable. Pero, es igualmente evidente que una crítica
a la juventud, que demoniza todo deseo de consumo como “consumismo”,
incluyendo artefactos elementales de la época digital como
teléfonos celulares, solo abre una brecha generacional entre
los líderes de la revolución y las masas juveniles.
Gran parte de esta
crítica no trasciende la antropología de la edad de
hierro, porque ignora que la juventud es ya un ser humano
cualitativamente diferente a las viejas generaciones. Basta ver el
comportamiento de los jóvenes en Venezuela, México,
Alemania o China, para saber que la evolución social ha
producido ya el mono sapiens digital, generado por las
tecnologías del mundo electrónico. El desfase mental
del socialismo del siglo XX y de la izquierda tradicional con esta
nueva juventud digital se muestra en los discursos y formatos de su
propaganda: dan cátedras sobre el Ché Guevara como si
estuviéramos en 1968, en lugar de situarse en el mundo
electrónico de la juventud, produciendo videojuegos con el
Ché, Fidel y Raúl.
En cuanto al consumo,
Marx y Engels aclararon hace 150 años su historicidad,
explicando que la gente tiene una noción de equivalencia entre
su esfuerzo laboral y la retribución correspondiente, es
decir, lo que considera como consumo justo y legítimo.
Pontificar contra ese noción del trabajador-consumidor del
mundo electrónico desde la edad de hierro, en lugar de un
debate franco y público, solo puede producir rechazo a la
revolución que llega a ser vista como el obstáculo
principal a una vida mejor, tal como sucedió en la RDA,
Polonia, Hungría y Checoslovaquia.
En este contexto es
fatal la idea de que el acceso gratuito a la salud y educación
pueda sustituir el acceso al consumo privado que los ciudadanos
consideran necesario y justo. Después del periodo fundacional,
los ciudadanos no aceptan recibir servicios públicos en
lugar de consumo privado. Quieren las dos retribuciones, no una u
otra. Y, en todo caso, quieren decidir sobre ambas opciones, no ser
objetos de mandamientos desde arriba.
3. Seguridad social
sí, libertades individuales no
La tercera ilusión
antropológica fatal del Socialismo del Siglo XX nació
de la negación abstracta de los avances de la sociedad
burguesa en cuanto a las libertades formales. Declarando que la
democracia burguesa es una falacia ---afirmación, cuya
veracidad depende del nivel de análisis--- los partidos únicos
determinaron que los derechos de la democracia formal (elección,
representatividad, etc.) no tienen importancia y pueden ser
sustituidos por los derechos sociales (empleo, educación).
Nuevamente, como en el contexto anterior, interpretaron como
alternativa histórica, lo que era complementariedad.
“Prometeo”
es uno de los mitos fundadores centrales de la cultura occidental.
Permite entender que la necesidad de la libertad es una condición
ontológica del ser humano. De ahí, que Marx y Engels
insistieron que la sociedad postcapitalista solo podía nacer
de la superación dialéctica (Aufhebung ) de las
contradicciones de la sociedad burguesa; es decir, de la conservación
y evolución socialista de lo objetivamente progresista
del sistema burgués. Por ejemplo, de la democracia formal a la
democracia participativa. La negación abstracta de los avances
de la civilización burguesa, en cambio, tenía que
involucionar el Socialismo del Siglo XX hacia el feudalismo; proceso
que se dio a partir del estalinismo y su hegemonía sobre la
mayor parte de los Partidos Comunistas del mundo.
4. La antropología
del mono sapiens digital
El Socialismo del Siglo
XXI no puede mantener las quimeras pre-científicas del
Socialismo del Siglo XX, ni en la antropología, ni en la
cultura, ni en la economía política, donde los
funcionarios y partidarios del socialismo realmente existente siguen
soñando con las anacrónicas formulas de expropiación
y estatización capitalista de la época de James Watt.
Desactualizados de la ciencia moderna, no se dan cuenta que la teoría
del valor y el principio de equivalencia (Arno Peters) significan la
liquidación de facto de la explotación del
hombre por el hombre.
Citan constantemente la
frase de José Martí, de que “trincheras de ideas
valen más que trincheras de piedras”, pero en su praxis
siguen dominando las trincheras de piedras. Por eso, perdieron al
mono sapiens y con él, al Socialismo del Siglo XX.
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